domingo, 27 de julio de 2014

Desarrollo tecnológico de la agroindustria azucarera mexicana, impactos sociales y formas de gestión ambiental


Introducción
La crisis ambiental en la agroindustria azucarera en México, aparece como una consecuencia de la crisis de la industria azucarera que surgió desde los años setenta del siglo XX, siendo el resultado de una insuficiente reinversión en las instalaciones fabriles, al exceso de empleados en algunos ingenios y de un alto consumo de energía, lo cual elevó los costos de producción del azúcar. Con ello se ha mermado el potencial competitivo de esta rama productiva en el contexto del TLC, a la vez que se han presentado problemas ambientales, debido al ruido excesivo en la fábrica y a diversas emisiones contaminantes que han venido deteriorando las condiciones laborales y de salud de los trabajadores del campo cañero y de la fábrica.
Las técnicas utilizadas fueron de una parte la observación realizada en diversos momentos en los ingenios azucareros del golfo de México, Morelos y Puebla, sobretodo en los años noventa en que se dio el proceso de privatización de los ingenios. Asimismo nos apoyamos en fuentes documentales y estadísticas de varios organismos gubernamentales y privados, como el Instituto Nacional de Ecología dependiente de Semarnat, Sagarpa y la Cámara de la Industria Azucarera y Alcoholera y Geplacea, entre otros.
En este trabajo se parte del concepto de sustentabilidad, entendido como un paradigma que busca lograr un equilibrio entre la producción y el cuidado del medio ambiente, considerando sus dimensiones económica, ambiental y social, como lo hacen algunos autores como Mercado y Aguilar, 2005, quienes consideran que la combinación del ámbito económico con el ambiental nos conduce al concepto de ecoeficiencia, y la conjunción de lo económico y social nos lleva a la ética económica y social, en tanto que la relación entre lo ambiental y lo social nos permite pensar en términos de sustentabilidad social. Otro concepto importante es el de externalidades, iniciado por Pigou y considerado en la rama de la economía ambiental tanto en su aspecto positivo (alternativas sustentables) como negativo (presencia de elementos contaminantes) (véase cuadro 1 en anexo).
El presente trabajo pretende hacer un balance de las externalidades negativas y positivas de la industria azucarera en México, considerando la problemática socioambiental, las políticas ambientales y los impactos sociales a nivel del proceso productivo, el empleo y las condiciones laborales de los trabajadores.
La agroindustria azucarera y el desarrollo tecnológico
La industria azucarera ha sido una rama estratégica de la economía desde la época colonial hasta la fecha actual. En su desarrollo ha cumplido funciones económicas importantes, tales como producir un producto básico, abastecer de materias primas a otras industrias, generar empleos directos e indirectos, servir de mercado interno y aportar divisas, vía exportaciones. Los primeros ingenios eran trapiches de tracción animal y su capacidad de producción era muy limitada. Pese a ello, desde su fundación la industria azucarera estuvo ligada al exterior, abasteciendo junto con el Caribe, la demanda de azúcar de la metrópoli.
En la época del Porfiriato se llevó a cabo un cambio tecnológico en los ingenios al incorporarse maquinaria moderna y con ello se incrementó la capacidad productiva, de manera que a principios de este siglo ya se producían más de 100 mil toneladas de azúcar. El desarrollo tecnológico continuó en la fábrica y se dieron avances importantes en el campo, lográndose mecanizar parcialmente el cultivo de la caña, introducir nuevas variedades y paquetes tecnológicos. Esto ha coadyuvado al incremento de la producción de azúcar (4.5 millones de toneladas en la última zafra), pero sin que ello haya mejorado sustancialmente la condición económica de los trabajadores.
Pese a dichos avances técnicos, existe una brecha tecnológica con respecto a otros países, tales como Perú y Hawai en cuanto al rendimiento de campo y en comparación a Australia en lo referente al rendimiento de fábrica.
Si bien es cierto que a raíz de la privatización de la industria azucarera (iniciada en 1988) se observan avances de productividad significativos, existe aun un desarrollo heterogéneo de esta industria, habiendo ingenios de alta, media y baja productividad (García y Escalante,1997). Estas diferencias se originaron desde la fundación arbitraria de algunos ingenios en zonas no aptas para el cultivo de la caña, y también ha influido en ello la deficiente administración de los ingenios. Otros problemas recientes de la industria son la pérdida de empleos que trajo consigo la reconversión de esta industria en los años noventa, así como el deterioro del medio ambiente que ocasionan los ingenios.
Es posible analizar el desarrollo tecnológico de la agroindustria azucarera desde dos enfoques: el de la tecnología moderna y el de la tecnología alternativa.
a) Enfoque de la tecnología moderna
Esta visión supone la consideración de los criterios de racionalidad económica, que busca maximizar la producción, poniendo el énfasis en la eficiencia técnica y en la económica.
Dentro de las nuevas tecnologías que caracterizan la época actual se encuentra la biotecnología, la cual supone la posibilidad de obtener incrementos considerables en los rendimientos agrícolas. Herrera et al (1994) consideran que este tipo de tecnología pueda ocasionar también efectos nocivos como el riesgo de explotación selectiva y expoliadora de ecosistemas y generar problemas de acceso y control para el productor. Para Mestries (1990), la biotecnología constituye una nueva fase de la dominación de la industria sobre la agricultura.
Esta situación se puede observar en el caso de la caña de azúcar, donde existe un control económico del ingenio sobre el proceso productivo agroindustrial y el productor cañero debe utilizar los paquetes tecnológicos que determina el departamento de campo de la factoría.
FIRA (1997) hace una tipología de la zonas cañeras donde se puede observar la situación técnica y financiera de los ingenios de México, la cual es muy variable, ya que se pueden encontrar ingenios con altos rendimientos de campo (100 a 124 ton/ha.) como Melchor Ocampo, Casasano, Atencingo, Emiliano Zapata y El Modelo, así como otros ingenios como Rosales, La Primavera y Los Mochis, con rendimientos de campo inferiores a 70 Ton/ha. Ello influye en las estimaciones de las utilidades por ha., de modo que en tanto los primeros obtienen entre 9 a 12 mil pesos, los segundos presentan pérdidas que oscilan entre mil y cinco mil pesos por ha. Pese a estas diferencias, la agroindustria azucarera mostró una evolución favorable a partir de 1989, año en que dio inicio la privatización del sector (véase el cuadro 2).
Cuadro 2. Cambios de productividad en la industria azucarera en México
(1988-1995)
Indicadores Unidad 88/89 90/91 92/93 94/95
Unidades en operación Núm.
Ingenios 64 64 61 61
Superficie industrializada Miles ha. 539 531 510 514
Caña, rendimiento por ha. Ton. 66 72 78 78
Azúcar por ha. Ton. 64 69 80 83
Caña molida bruta Mill. ton. 35 38 40 40
Caña molida neta Mill. ton. 35 37 39 39
Azúcar producida. Total B.E. Mill. ton. 3.4 3.6 4.1 4.3
Rendimiento de fábrica % 9.8 9.6 10.3 10.7
Mieles a 85 brix ton/caña Mill. ton. 1.3 39.2 1.4 1.6
Sacarosa en caña % 12.2 12.3 12.9 13.4
Sacarosa envasada % 9.7 9.5 10.2 10.6
Pérdidas sacarosa total % 2.5 2.7 2.7 2.7
Fuente: FIRA: 1995.
Monegro (1992) ubica la industria azucarera mexicana en el contexto latinoamericano, lo cual permite advertir la brecha tecnológica con respecto a otros países como Cuba y Brasil que tienen una producción de azúcar mayor que la de nuestro país (véase el cuadro 3). También se observa un rezago en términos de productividad del trabajo con respecto a Colombia, Argentina y Guyana. Por otra parte, Geplacea (1986) nos ofrece el marco mundial de producción de azúcar, lo cual nos permite comparar la industria azucarera mexicana con la de otros países, como Francia y Australia, que tienen altos rendimientos y/o exportan tecnología que requiere dicha agroindustria.
Cuadro 3. Grado de productividad de la industria azucarera en América Latina
Indicadores Año Unidad México Cuba Brasil Perú
Productividad del trabajo** 1989 Ton. 21 20 10 20
Producción de azúcar p/c** 1989 Kg/hab. 57.7 786.6 54.4 28.7
Superficie cosechada de caña* 1986 Ha. 555 1500 1950 53
Producción de caña* 1986 M ton. 38.9 67.5 98 7.3
Exportaciones de azúcar *** 1997 M. ton. 2-7 2.6-6.8 1.3-5.8 s.d.
Importaciones de azúcar*** 1997 M ton. 01-1.4 s.d. s.d. s.d.
Rendimiento de campo* 1986 Ton./ha. 70.1 45 50.3 138.3
Rendimiento de fábrica* 1986 % 9.3 10 8.4 10.3
Nota: p/c= per cápita.
Fuente: *Geplacea, 1986; **Monegro; 1992; ***FIRA, 1997.
En los estudios de Hewitt (1976) se ha enfatizado el hecho de que no todo proceso de modernización agrícola ha generado bienestar social, partiendo del hecho de que los paquetes tecnológicos son costosos, quedando los campesinos sin posibilidad de acceder a ellos o bien se ve limitado al monocultivo. En el campo cañero se observa el hecho de que la determinación y aplicación de las variedades de caña y de los herbicidas lo decide el ingenio, sin considerar los intereses de los campesinos, que en su mayoría son ejidatarios minifundistas. En cuanto al aspecto industrial, se observa la falta de industrialización de muchos subproductos de la caña, que terminan como desechos industriales; existen también problemas de contaminación de ríos por los materiales que utilizan los ingenios azucareros y una falta de seguridad en las fábricas y en la zafra en general.
b) Enfoque de la tecnología alternativa y apropiada.
Existe una preocupación en el ámbito académico de encontrar nuevas tecnologías que no afecten al medio ambiente y a la cultura de nuestros países, surgiendo las corrientes de la tecnología apropiada (Aguilar 1991; Aguilar R. 1991) y alternativa (Dickson, 1978). Hoy en día se les denomina tecnologías sustentables (PNUD, 2005). En todos estos casos se enfatiza el equilibrio ambiental y la calidad de vida y una apropiación democrática de la tecnología.
Si bien es cierto, que existen experiencias donde se aplica este tipo de tecnología, siendo un ejemplo de ello la producción de café con base en la agricultura orgánica, en el caso de la industria azucarera, es apenas incipiente su aplicación en el campo y en la industria, requiere de costosas inversiones que no siempre están dispuesto a realizar los empresarios azucareros o bien el gobierno, dada la estructura de propiedad mixta de esta actividad económica.
Política ambiental de la industria azucarera y alternativas sustentables
La política ambiental de México actual, a cargo de SEMARNAT plantea como una estrategia para disminuir la contaminación, la activación de plantas tratadoras de agua, al contrario de la OCDE, que propone la creación de un impuesto ecológico. El gobierno mexicano, a través del Instituto Nacional de Ecología (primero dependiente de SEDESOL y después de SEMARNAT) instrumentó una estrategia ambiental para la industria mexicana en el contexto de la integración de México a la OCDE y al TLC. En dicha estrategia se plantea el logro de la competitividad así como la protección del empleo y la salud. Ahí se expone la situación de las industrias más contaminantes del país, donde se incluye a la industria azucarera, para la que plantea la necesidad de disminuir las diversas emisiones contaminantes con la ayuda de la tecnología.
“El control de las emisiones contaminantes puede lograrse a través de distintos sistemas como son: las torres de enfriamiento; espesadores de lodos para su disposición posterior en rellenos sanitarios o confinamientos controlados; plantas de tratamiento de fluidos de tipo aeróbico o anaeróbico y sistemas de purificación o recirculación del agua, entre otros” (Cortinas de Nava, 1994: 49).
Otro aspecto de la política ambiental, es realizar auditorias ambientales, lo cual ha traído algunos beneficios, pues en cierta forma ha obligado a algunas empresas a hacer algunas modificaciones en sus instalaciones industriales. En el caso de la industria azucarera. Hoy en día existen formas de certificación de la calidad ambiental en los ingenios azucareros, tal como el ISO 14000, que han logrado algunos ingenios.
SAGARPA menciona algunos indicadores básicos que deben tomarse en cuenta para una buena gestión ambiental (véase el cuadro 4).
Cuadro 4. Indicadores ambientales considerados en la gestión ambiental azucarera
Indicador Tipo de problema Medidas posibles
Riesgos
Agua Contaminación de ríos Plantas tratadoras de agua
Aire Emisiones de CO2
Residuos sólidos Bagazo
Cachaza
Vinaza Uso como combustible
Uso como fertilizante
Uso como fertilizante
Residuos peligrosos Almacenarlos
Suelo y subsuelo Contaminación por insecticidas Tecnología apropiada u orgánica
Ruido
En toda la fábrica
Equipo especializado y nueva tecnología
Seguridad higiene industrial Accidentes de trabajo Dotar de equipo seguro a los trabajadores
Calor excesivo Problemas de tipo respiratorio Educación ambiental
Fuente: Elaborado a partir de SAGARPA: http://www.sagarpa.gob.mx/forma//documentos/auditoria.htm Consultado el día 01/05/08.
Como se puede advertir en el cuadro anterior, en esta agroindustria existen problemas severos de contaminación que se ejemplifican con base en observaciones, producto de nuestra experiencia de campo, lo cual implica riesgos para los obreros y cortadores de caña y para las comunidades donde están asentados los ingenios.
A nivel de la fábrica, se advierten algunos cambios tecnológicos, ya que algunos ingenios han mecanizado el área de molinos, como el de Tres Valles, lo cual afecta el empleo pero permite reducir y con esto se ha logrado reducir la frecuencia de accidentes en tales departamentos de la fábrica, la mayoría de los ingenios del país continua presentando una situación laboral riesgosa, debido a los siguientes factores: a) el mal estado de las instalaciones, pues a pesar de la supuesta reconversión azucarera, “la modernización quedo en remiendos, pues las mejores fábricas, 39 por ciento del total, sólo actualizaron sus equipos, parcharon maquinaria obsoleta con jirones de nueva tecnología” (Espinosa, 2002); b) la falta de uso del equipo de protección, ya sea porque no se los proporcione el ingenio o bien por negligencia o costumbre de los trabajadores; y c) por el tipo de substancias que se impregnan en toda la fábrica, lo cual potencia la ocurrencia de accidentes. De acuerdo a estimaciones de Mertens y Falcón (2004: 56), en la industria azucarera “se observa una tasa de accidentes que oscila entre el 9 y 10 %, que es cuatro veces mayor al promedio nacional en la industria manufacturera así como al de la economía en su conjunto”.
En el campo cañero, la situación no es menos halagüeña, pues los cortadores de caña tienen condiciones de vida muy difíciles, ya que su trabajo es temporal, con jornadas laborales de sol a sol, ya que su pago es a destajo, y están expuestos a quemaduras por el medio en que se desenvuelven. A pesar de la tendencia existente a la mecanización de la cosecha de la caña (en mayor medida el alce que el corte), no ha dejado de presentarse problemas serios de salud de estos trabajadores agrícolas, que se ven obligados a recurrir a los servicios médicos disponibles. De acuerdo a datos del IMSS, los cortadores que acuden a las clínicas del IMSS, presentan diversas enfermedades, de tipo nutricional, además del padecimiento específico relacionado con el riesgo físico que implica el corte y alce de la caña de azúcar. De aquí se infiere la necesidad de implementar una política ambiental que no sólo maneje la protección a la salud en el discurso, sino que busque los mecanismos reales para lograrla.
La nueva política ambiental en el sector cañero-azucarero ha logrado algunos avances, pues se han identificado problemas ambientales serios que hoy en día son sancionados y algunas empresas han ido cambiando sus sistemas y métodos productivos, aunque falta aun mucho por hacer. En este contexto, cabe mencionar el modelo de gestión SIMAPRO, que permite medir “el uso de los medios de protección personal, los accidentes y el orden y limpieza…” (Mertens y Falcón, 2004: 58) lo cual ha permitido disminuir algunos riesgos físicos en los ingenios.
Como señala Albino Gervasio (2000: 39), “la planeación ambiental debe ser un medio y fin por si mismo”, y no responder a intereses particulares, que son los que han frenado la introducción de nuevas formas energéticas en la industria en general y no han visualizado el potencial que tienen los derivados de la caña de azúcar en el caso de la industria azucarera.
Los nuevos proyectos energéticos como el uso de etanol y biodiesel, que en parte se derivan de la agroindustria azucarera, constituyen un reto a seguir, en tanto que podrían representar una forma alternativa de nuevas fuentes energéticas, en la medida en que no usan productos fósiles. La experiencia de Brasil lo demuestra, país donde se ha logrado combinar el etanol con la gasolina para reducir las importaciones de petróleo. El biodiesel también podría representar otra posibilidad de tecnología alternativa y sustentable (Bourne, 2007).
Conclusiones
La modernización de la industria azucarera en el contexto de los años ochenta del siglo XX, dio lugar a proyectos novedosos que implicaron la utilización de biotecnología, reconversión azucarera dentro del marco del proceso de privatización de los ingenios, lo cual implicó una serie de avances en términos de productividad, a corto plazo, pero a la vez generó nuevos problemas sociales y ambientales tanto en el campo como en la industria, que afectan severamente a los trabajadores.
Hoy en día la agroindustria azucarera tiene el reto de lograr la ecoeficiencia y de transitar hacia un modelo de sustentabilidad no sólo económica, sino social que permita un desarrollo humano al interior de la empresa. La industria azucarera, al ser una industria que presenta niveles altos de contaminación, lo cual repercute sobre las condiciones de vida y de trabajo de campesinos y obreros, así como en la organización económica de la propia industria requiere plantearse medidas de control ambiental y social, de manera urgente, medidas que no solamente provengan de los organismos reguladores, sino también que surjan desde la propia iniciativa de estas empresas, para poder lograr un cambio en las estrategias productivas y ambientales y con ello poder transitar hacia una nueva actitud de empresas socialmente responsables, como ha sucedido en otros sectores de la actividad económica.
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La Agricultura y el Desarrollo Rural en México


México cuenta con un territorio nacional de 198 millones de hectáreas de las cuales 145 millones se dedican a la actividad agropecuaria.
 Cerca de 30 millones de hectáreas son tierras de cultivo y 115 millones son de agostadero. Además, los bosques y selvas cubren 45.5 millones de hectáreas (1).
La agricultura en México es más que un sector productivo importante. Más allá de su participación en el PIB nacional, que es de apenas 4% (2), las múltiples funciones de la agricultura en el desarrollo económico, social y ambiental determinan que su incidencia en el desarrollo sea mucho mayor de lo que ese indicador implicaría. Entre los argumentos que muestran la relevancia de la agricultura en el país pueden mencionarse los siguientes:
a) Prácticamente toda la producción de alimentos se origina en este sector (incluyendo la pesca), de manera que la oferta sectorial (interna y externa) es fundamental en la seguridad alimentaria, en el costo de vida y en el ingreso real del conjunto de la población, particularmente de los más pobres que destinan a la compra de alimentos una mayor proporción de su ingreso. La población del decil más pobre destina más de la mitad (51.8%) del gasto corriente monetario a alimentos, mientras que en el decil más rico la proporción es solamente de 22.7% (3).
b) Los productos agropecuarios están en la base de un gran número de actividades comerciales e industriales. Si se considera la producción agroindustrial, la contribución sectorial al PIB de México se duplica sobradamente, superando 9%. Además, a diferencia del producto agrícola primario, el aporte de la agroindustria al crecimiento económico no tiende a declinar relativamente conforme aumenta el desarrollo económico; en los países desarrollados e incluso en algunos países latinoamericanos, como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, el aporte de la agroindustria en el PIB llega a ser dos o tres veces mayor que el de la producción primaria, en un proceso de creciente articulación intersectorial. El potencial de crecimiento de esta participación es particularmente amplio en México.
c) La agricultura es una actividad fundamental en el medio rural, en el cual habita todavía una parte altamente significativa de la población nacional. En las pequeñas localidades rurales dispersas (con población inferior a 2,500 personas) viven 24 millones de mexicanos, es decir, casi la cuarta parte de la población nacional. De las 199 mil localidades del país, 196 mil corresponden a esa dimensión. Sin embargo, la vida rural en México se extiende mucho más allá de esas pequeñas localidades. En ocasiones se considera un umbral de 15 mil habitantes ya que las localidades con población inferior a ese número presentan formas de vida característicamente rurales. Utilizando ese umbral la población rural resulta de más de 38 millones de personas (37% del total nacional). Lejos de ser marginal, el desarrollo rural (empleo, ingreso, articulaciones productivas, condiciones de vida) constituye una parte muy relevante del desarrollo nacional(4).
 d) La población rural desarrolla crecientemente actividades diferentes a la agricultura, como el comercio local, la artesanía, la extracción de materiales, el ecoturismo, los servicios ambientales o el trabajo asalariado en diversas ocupaciones, entre otras. Sin embargo la agricultura sigue siendo predominante en el campo mexicano, sobre todo entre la población más pobre, donde representa 42% del ingreso familiar(5). Asimismo, si bien las otras ocupaciones productivas son cada vez más importantes en el empleo y el ingreso de la población rural, no son excluyentes respecto de la agricultura. Entre ambas formas de actividad productiva existe una dinámica positiva, en la que el crecimiento de una favorece la expansión de la otra. El progreso agrícola demanda mayor cantidad de insumos, empleo directo y servicios; permite mayor capacidad de inversión de las familias rurales en otras actividades; y genera un mayor dinamismo de los mercados locales. Al mismo tiempo, el crecimiento en el ingreso no agrícola favorece las capacidades de inversión en agricultura, aumenta las posibilidades de actividades postcosecha, así como la integración vertical en actividades de almacenamiento y transporte de la producción y genera mayor demanda local para la producción sectorial. El progreso combinado de las actividades agrícolas y las no agrícolas en el medio rural favorece también una mejor articulación económica con el sistema de ciudades intermedias. Para el dinamismo económico y la generación de empleos, el papel del desarrollo agrícola y rural resulta esencial. 
e) La erradicación de la pobreza representa, sin duda, una prioridad nacional y en esa lucha el desarrollo agrícola y rural tiene un papel preponderante. Según los datos del Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2% de la población mexicana vive con 1.25 dólares al día, 4.8% vive con 2 dólares al día y 17.6% se encuentra por debajo de la línea nacional de pobreza alimentaria. Asimismo, 3.4% de niños menores de 5 años sufren malnutrición y 5% de la población se encuentra en el rango de prevalencia de subalimentación(6).A diferencia de lo que ocurre en otros países, donde el proceso de emigración ha ocasionado que el mayor número de personas pobres viva en las ciudades, en México todavía la mayor parte de la población pobre vive en el campo. En 2008, de los 19.5 millones de personas en pobreza alimentaria, 7.2 millones se ubicaban en las ciudades y 12.2 millones en las zonas rurales. Es decir, seis de cada diez habitantes en situación de pobreza alimentaria residen en el medio rural. Asimismo, la incidencia de la pobreza entre los habitantes del campo es mucho mayor que en las ciudades. El imperativo -ético, económico y político- de reducir la pobreza en el país implica la atención al desarrollo agrícola y rural.
 f) El desarrollo rural también significa la incorporación de un importante potencial económico para el progreso del país. En gran medida, el desarrollo de este sector implica la realización de un importante acervo de recursos productivos, el primero de ellos: la capacidad creadora y productiva de más de la cuarta parte de la población nacional. Las mejoras en los índices de nutrición, educación, salud, vivienda y acceso a servicios, así como el dinamismo económico del campo, constituyen estímulos a la realización del  potencial productivo de la población rural, generando un círculo virtuoso de progreso y crecimiento productivo que puede mejorar significativamente las condiciones de vida en amplias zonas del país. El desarrollo rural, a su vez, incide positivamente sobre el potencial de desarrollo económico global, a través del crecimiento de la demanda interna, la mejor articulación interregional, el equilibrio social y la mayor cohesión e integración nacional.
g) En la construcción de una mayor igualdad de oportunidades para el conjunto de la población resulta crucial favorecer la ampliación de las oportunidades para los hijos de las familias pobres que viven en rural, como parte del camino hacia la equidad, la seguridad y la paz social en el país.
 h) Una de las prioridades del desarrollo nacional de largo plazo es la sostenibilidad ambiental y la conservación de los recursos naturales. En un mundo en donde los nuevos desafíos derivados del cambio climático se suman a los problemas seculares de agotamiento, contaminación y deterioro de los recursos naturales, México no se queda atrás para revertir estas tendencias. La preservación de los acuíferos, de los suelos, de la biodiversidad, de los bosques, de la densidad de vida marina y de aguas interiores, y los demás elementos de sostenibilidad ambiental constituyen una prioridad nacional en la que las orientaciones y modalidades del desarrollo agropecuario y rural juegan un papel fundamental. El margen para mejorar el aprovechamiento de los recursos naturales silvoagropecuarios y pesqueros en México todavía es amplio y podría incrementar los niveles efectivos de producción y productividad agrícola (en el sentido lato del término, incluyendo la producción pecuaria, forestal y pesquera).
i) El desarrollo agrícola y rural juega también un papel muy relevante dentro de la estrategia para mejorar la inserción internacional del país. En las negociaciones  comerciales internacionales el sector agroalimentario es considerado como altamente sensible en función de la multifuncionalidad de la agricultura, es decir, su importante incidencia en la alimentación, el empleo, la conservación de los recursos naturales, el medio ambiente -incluyendo el ritmo de calentamiento global y el cambio climático- el ordenamiento territorial, el ecoturismo, la preservación del paisaje rural y la conservación del patrimonio cultural.
 j) Finalmente, el medio rural también es depositario privilegiado de muchas de las raíces culturales mexicanas y de las expresiones más entrañables de la identidad nacional. En el México rural, campesino e indígena, y en la naturaleza del campo nacional toman cuerpo los rasgos y valores que definen su identidad, su geografía, su idiosincrasia, la historia compartida, y la cultura profunda que distingue al país dentro del mundo y lo caracteriza como parte del mundo(7).
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